Mis amigas me preguntan de dónde saco a tantos locos y no sé qué responderles. Quizás lo más acertado sea decirles que están reflejando mi propia locura. Lo cierto es que a veces salgo con tipos sólo para ver hasta dónde llega su estupidez. Es como cuando estás en el cine viendo una película malísima: están los que se levantan y se van de la sala y estamos las que nos quedamos en la butaca viendo hasta dónde puede llegar esa bosta.
Sólo para justificarme por este chico que no estaba bien, para subirle un par de puntos a él y también para parecer menos rara yo, nombrémoslo con su caracterísca más positiva que era El que Quería Buscar el Equilibrio (EqueBE). A mí la gente que busca la armonía me resulta complicada. Por ejemplo comer todo orgánico y leer las etiquetas de todos los productos me ocuparía demasiado tiempo y esfuerzo. Hacer yoga, meditación, leer autores que hablan de la ley de atracción o escuchar en la radio a gente que habla como si estuviera bajo los efectos de un psicofármaco, me altera. Cuiando alguien que no conozco me trata con excesiva amabilidad me dan ganas de pegarle.
Supongo que por todo lo anterior EqueBE me habrá tomado por un proyecto para su vida o alguien a quien alfabetizar en las bondades de una nueva vida. Obviamente no funcionó. Pero así como para las mujeres una vez que se termina una relación, esa persona desaparece del mundo, para los hombres siempre quedás en una lista de "quizás" y por eso vuelven una y otra vez, pensando que la luz puerta quedó entreabierta. Y así, en un ataque de amor, EqueBE me mandó un larguísimo mail que hablaba sobre todas las cosas que yo debía cambiar en mi vida para poder tener una vida más plena. Mi alimentación, mi horarios, la relación con la comida, con la ropa, con la sociedad, con la tecnología y terminaba con una frase que decía: "abrazá a un árbol y vas a ver que te vas a sentir más llena que con cualquier bien material".
Y sentí que me llenaba... las pelotas.
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