domingo, 10 de septiembre de 2017

Un imbécil va a un velorio

Nuestro querido corresponsal vuelve al teatro y nos trae una excelente propuesta:


“¡Gump! ¿Cuál es su propósito en este ejército?” “¡Hacer todo lo que usted ordene, sargento!” “¡Maldición, Gump, es usted un maldito genio!” Creo que nadie más me consideró de esa manera. En el ejército me prepararon para seguir órdenes; por eso, cuando el Teniente Dan me ordenó que vaya a un velorio, respondí: “sí señor”, mientras hacía la venia. “No me saludes, imbécil”, me dijo, y esa fue la primera de mis zozobras.

Nunca había ido a un velorio, aunque visité la tumba de Bubba y estuve en el entierro de mamá. Me sorprendió que fuese en un teatro, y ésa fue otra de mis zozobras. Finalmente, el Teniente Dan me explicó que tenía que ver lo que ocurría en el escenario para comentarlo. Trataré de hacerlo sin adelantar. Ya desde el ingreso a la sala se construye una atmósfera, que poco tiene que ver con lo que sigue. No es un defecto, es una virtud: la contraposición despierta interés y curiosidad.



La primera parte de la acción transcurre en una casa velatoria, donde se introducen algunos de los muchos personajes; luego hay un corte y se cambia el escenario a oscuras mientras se pasa música. Y allí ocurrió otra de mis zozobras. ¿Están pasando música para despertar nostalgia? Luego entendí que no estaban usando un recurso bajo y torpe, sino que están enfocando la atención. La segunda parte de la acción transcurre en un aula de colegio. Y así se desenvuelve la obra: yendo y viniendo entre un presente de funeral y un pasado de estudiantina, conocemos la historia de este grupo, sus pasiones, sus desencuentros. Escena tras escena, la tensión va creciendo hasta llegar a un clímax casi perfecto, a una resolución efectiva, aunque tal vez quede algo corta.

No es una obra que apunte a grandes revelaciones sobre la vida, pero supera con creces los objetivos de interesar, entretener, divertir, aportar buenas risas. Y tiene elementos que rayan con la genialidad, y quiero destacarlos. En primer lugar, hay un detalle sobre el uso del color muy inteligente. Siguiendo, algunos momentos de la acción se desenvuelven en un quiebre frente-fondo, interesante cuando lo hacen, pero que podrían haber aprovechado en más oportunidades. Los elementos de la puesta, sencilla, están muy bien buscados y aprovechados. Los personajes están bien desarrollados. Las actuaciones son muy buenas, e incluso hay un par destacables. Hay detalles menores: la resolución, si bien correcta, la vi corta; me parece que se comete algún error en la judaica; creo haber notado anacronismos; noté alguna línea adelantada. Nada de estos detalles perjudican a la obra; antes, hablan de este crítico.

Recomiendo la obra con gusto y con apuro. Quisiera verla nuevamente, pero las pocas fechas y mi falta de tiempo me lo dificultan. Le pongo ocho de nueve plumas flotando en el aire.

“Viejos de egresados” de Ana Dimoulas. 
Dirección: Wanda Mara Fontenla. Con Débora Andolfatti, Milagros Ceballos, Ana Dimoulas, Roman Golin, José González, Julio Kandel, Alia Murad, Claudia Vilella, Víctor Wolf.

Jueves a las 20:30, en Teatro Porteño, Corrientes 1630. Hasta el 28/09/2017.

domingo, 22 de enero de 2017

El cielo de los leones (Ángeles Mastretta)

¿Te gusta Mastretta? ¿Soñaste alguna vez con sentarte a tomar un café con ella y charlar de cualquier cosa? "El cielo de los leones" es eso, una invitación a su casa, a sus pensamientos, a sus recuerdos. Salteados, desordenados, maravillosos en un marco que te llena de alegría de vivir aunque te estés poniendo grande, no seas rica o incluso hayas perdido amigos en la vida.

Con la convicción de que la pasa bien el que quiere, porque la alegría es un punto de vista, esta querida autora y si me permiten les comparto un párrafo, que me gustó mucho, por su inteligente sencillez pero aguda reflexión:

"(...) Empeñarse en la formación de mujeres cuyo privilegio, al parejo de los hombres, sea no temerle a la vida y por lo mismo estar siempre dispuestas a comprenderla y aceptarla con entereza es un anhelo esencial. Creo que este anhelo estuvo y sigue estando en el corazón del feminismo. No sólo como una teoría que busca mujeres audaces, sino como una práctica que pretende de los hombres el fundamental acto de valor que hay en aceptar a las mujeres como seres humanos libres, dueñas de su destino, aptas para ganarse la vida y para gozarla sin que su condición sexual se los impida"

Hay libros que nos abren mundos y otros que son como un paseo tranquilo, que nos lleva al pequeño gran acto de escucharnos a nosotras mismas. Creo que este es el segundo caso y es tan necesario que, cuando nos damos ese lujo, nos hace bien al corazón.

Muy recomendable.


viernes, 20 de enero de 2017

Christine

Para serles sincera, vi la película sin tener la más mínima idea de la historia, por lo que el final me resultó absolutamente sorprendente e inesperado. Pero,como está basado en una historia real, se los voy a contar (spoiler alert).

Christine Chubbuck, fue una periodista que se suicidó al aire en 1974. La historia retoma sus últimos días de vida y el momento en el cual tomó un revólver en sus manos y, con cierto nerviosismo, pero también con seguridad, dijo a cámara: "de acuerdo a la política del Canal 40 de brindarles lo último en sangre y entrañas a todo color, están a punto de ver otra primicia: un intento de suicidio" y se disparó en la cabeza frente a la sorpresa de todos.

Aunque la mayoría de la información en internet habla de su depresión y problemas personales, nadie puede negar la razón que tuvo al predecir, de alguna forma, la morbosidad de los medios ávidos de espectadores y la fascinación de los televidentes por espiar las vidas ajenas (que más tarde se harían carne con los realities).

Por momentos lenta y con un clima bastante depresivo, esta película independiente nominada a muchísimos premios, tiene que ser vista por cualquiera a quien mínimamente le interese la industria.


miércoles, 18 de enero de 2017

¡Devuelvan los juguetes!

En la esquina de Avenida Santa Fe y Talcahuano había una juguetería llamada "Colón". Yo tenía 4 años y para mí era el cielo mismo en la tierra. Los juguetes estaban al alcance de la mano y las cajas formaban pasillos laberínticos repletos de sorpresas. La economía de mis padres hacía imposible que me compraran nada allí, pero siempre rogaba que me dejaran entrar. Sólo saber que existían muñecas gigantes con vestidos brillantes, era suficiente para hacer del mundo un lugar mejor, porque la juguetería Colón era la prueba viviente de que la magia existía.

Pasaron los años y un día, ya adulta, pasé por la puerta para descubrir que no sólo ya no existía el lugar más maravilloso del mundo, sino que encima había sido reemplazado por un banco.

Imposible no ponerme triste, no sentir que ese pedazo de infancia había desaparecido y que en su lugar había por cuentas que pagar, deudas y responsabilidades que a veces parecen tan lejanas a los sueños que todavía viven en mí. Pasó un mes antes de que me animara a volver a pasar por esa esquina y, cuando pensé que sólo me encontraría con el mismo desencanto, alguien había escrito con aerosol la frase: "gallegos putos, devuelvan los juguetes" y en mí todo cambió, porque se había hecho justicia. Nunca nos conocimos el/la graffitero/a y yo, pero esa línea unió nuestras vidas para siempre.

Pasaron muchos años y, aunque la leyenda ya no está, sigo leyéndola en el mármol, como si estuviera escrita en tinta invisible y todas las veces pienso que alguien, en algún lugar, hace lo mismo y eso mantiene encendida una llama que me empuja a seguir creyendo en todas las cosas que no abultan la cuenta del banco, como amar tu trabajo o pensar que el amor todavía existe.

Lluvia de verano en Buenos Aires

Buenos Aires tiene la particularidad de ser una ciudad húmeda. En verano, con las altas temperaturas y el asfalto que parece una losa radiante, nos sentimos pollos en un grill que nos va cociendo a fuego lento por todos los costados. El aire se vuelve denso y nos cuesta respirar. Las actividades diarias son una tortura, el cerebro deja de funcionar correctamente y, cuando ya parece que no nos van a dar las fuerzas para soportarlo, cuando la vida nos resulta insoportable, entonces llueve.

Con el amor pasa lo mismo. El fin de una relación se vive como un fracaso, y parece que nunca más tendremos momentos de intimidad, de esos en los que se comparte la rutina de una cena entre risas o una caminata por la ciudad en la noche. Pero sucede. En apenas unos minutos el cielo se pone negro y una lluvia de verano arrasa con el calor y nos trae aire fresco y una noche de buen descanso. Imposible saber si al día siguiente estaremos, otra vez, quejándonos del calor. Pero mientras tanto, sabemos que la vida aprieta pero no ahoga.


Un vídeo publicado por Sole Castro Virasoro (@mujeresalfaok) el

domingo, 15 de enero de 2017

El libro del buen amor (Gervasio Díaz Castelli)

Nada como un domingo de lluvia para terminar un libro. Antes que nada debo confesarles que este tipo de libros siempre me olieron a autoayuda berreta pero "El libro del buen amor" me sorprendió.

Había visto en algún momento a Gervasio en la tele, con su tono pausado y sus opiniones que siempre buscan un espacio de encuentro, moderando los extremos para llegar a un acuerdo. Decidí que quería al menos ojearlo.

Aunque no está pensado de esa forma, lo usé como un libro de ejercicios. Después de terminar cada capítulo, me dediqué a escribir los pensamientos que me disparaba la lectura para analizar mi propia historia. Y me hizo bien.

No quiero decir que este libro pueda reemplazar a la terapia, pero sí que ayuda a pensar lo que buscamos cuando decimos que queremos amor. Siempre pensé que el amor es una construcción y desconfié del romanticismo enlatado de las películas y canciones. Este libro no sólo lo confirma ampliamente, sino que además me ayudó a repensar otros aspectos, acompañándome con términos sencillos, claros y con una calidez que sólo el amor puede transmitir.

Muy recomendable.

10 Mujeres (Marcela Serrano)

Una psicóloga decide reunir a 9 de sus pacientes. Cada una va a compartir su vida, su experiencia, su dolor. Desde las historias más duras hasta las más corrientes, todas estas mujeres, con sus diferencias sociales, económicas o etarias, encuentran una única forma de exorcisar su tristeza: la palabra.

Sencillo, poco pretencioso pero efectivo, es imposible no sentirse reflejada al menos parcialmente en algunas de las historias y darse cuenta que lo peor que nos puede pasar es pensar que somos las únicas a las que nos pasa.

Creo que es de esos libros que gustan cuando llegan en algún momento particular, específico, en el cual una va acompañando a los personajes y haciendo un trabajo paralelo, como me pasó a mí en pleno diciembre. Hoy no estoy segura de disfrutarlo como lo hice un mes atrás, pero en su momento fue iluminador y hasta les diría que hizo que me sintiera acompañada.

Recomendable en momentos de replanteo de la vida.

martes, 10 de enero de 2017

Pequeño acto de rebeldía

Hace poco tuve un pequeño acto de rebeldía. Tenía que trabajar pero estaba cansada, malhumorada. Era uno de esos días en los cuales la vida pesa. De todas formas seguí el cronograma planteado y me fui a correr al gimnasio, porque se supone que hay que ejercitarse y verse bien. Hice todo el ritual: el agua, la música, la programación de la cinta. Normalmente este es un espacio de descarga, un momento de disfrute sólo para mí, pero ese día no lo era. A los pocos minutos ya me sentía cansada pero seguí adelante a fuerza de necedad pura, hasta que me dí cuenta que no quería estar en ese lugar en ese momento.

Apenas diez minutos después de haber llegado, ya me estaba yendo. Cambié correr en la cinta hacia ningún lado, por un café y un muffin. Así fue que terminé sentada a media mañana, un día de semana, en un café frente a una plaza. Abrí mi libro y me puse a leer, con calma, sin apuro y con la sensación de que era millonaria porque estaba gozando de un lujo que muy pocas veces parece posible: detener el tiempo.

Mi pequeño acto de rebeldía no cambió el mundo, pero cambió mi día y la sensación de que la diferencia entre estar de malhumor y sentirme completamente feliz estaba en mis manos.

domingo, 8 de enero de 2017

Yo era una chica moderna (César Aira)

Aunque Paula Ancery dice que todo lo que leemos se nos va al culo, volví a la costumbre de leer sin parar. Es un vicio por momentos caro y, caminando por Corrientes, no me pude resistir a César Aira. No tenía plata así que saqué la tarjeta de crédito y decidí que lo ahorraría en otra cosa... comida, por ejemplo. ¡Y valió la pena!

En la novela, dos amigas que nos podrían recordar a casi cualquier mujer de un bar de Palermo (e incluso peligrosamente a nosotras mismas) se plantean lo mismo que hablamos siempre: la pareja, la maternidad y el aburrimiento de la vida moderna pintado en un mundo que es tan cercano y delirante como sólo nuestros propios sueños y pesadillas pueden serlo. 

Bailando siempre entre la calidez y la oscuridad más tétrica, entre lo conocido y lo extraño y donde todo puede suceder, Aira nos lleva de la mano hasta ponernos cara a cara con lo peor de nosotras mismas. Sus descripciones tan precisas y certeras nos repugnan y fascinan con igual intensidad. Este autor consiguió algo que no logré encontrar en ninguno otro: hacer que historias para adultos nos hagan sentir lo mismo que cuando éramos niños, cuando los libros nos transportaban a mundos de fantasía que se metían en nuestra piel.

Muy, muy, muy recomendable.

lunes, 7 de noviembre de 2016

La leche de mamá

El hermoso bebé de Maru empezó a hablar y su vida se convirtió en un constante papelón público. Hay algo básico que separa a los niños de los adultos y eso es el uso de la verdad. Si querés que se sepa todo lo que sucede denro de tu casa, tené un hijo, mandalo al jardín de infantes y olvidate de la vida privada. No quiero dar ideas malvadas pero día que una maestra decida hacer un blog con todo lo que le cuentan los niños nos tenemos que mudar a Tokio.


Estaban Maru, su marido y el flamante parlante en el supermercado peleándose como lo hace cualquier familia normal: que no llevemos esto, nene deja de tocar todo, qué caros están los precios, que la dieta no es un trabajo full time y sí, hoy como papas fritas... nada del otro mundo hasta que un grito infantil inundó el supermercado: "¡Mirá papá! la leche de mamá" dijo mientras señalaba inocentemente la góndola de vinos. Maru se dió media vuelta, hizo como que no los conocía y se fue directo al estacionamiento a esperarlos.

No la juzguen, es que la maternidad te arrastra al alcoholismo.