El otro día me di cuenta que no paro de hacer estupideces. El problema es que no soy tan estúpida como para no darme cuenta que hago estupideces ni tan inteligente como para dejar de hacerlas.
Es como si estuviera en el purgatorio de la inteligencia. Ese lugar intermedio que no es ni cielo ni infierno, y si algo me revienta en la vida es no ser absolutamente extremista.
Así que decidí ponerme las pilas para salir del purgatorio, pero lo que no decido aún es para que lado ir. Por un lado siempre me gustó la teoría del Pecca Fortiter que dice que una vez que pecaste es lo mismo hacerlo un poco o mucho, por lo que es mejor hacerlo a fondo. Y por otro lado, viendo cómo pasan los años, me parece que ya estaría siendo hora de hacer las cosas bien.
Mientras me decido, pienso en lo felices que serían todos esos hombres bloqueados, los que enviaron mensajes a la madrugada y nunca recibieron respuesta, los que recibieron una carcajada como respuesta a una propuesta indecente y tanto inseguro con aires de grandeza dando vueltas si me decido a hacer las cosas realmente mal.
Los mantengo al tanto.

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